¿Leés artículos interesantísimos de los que luego no recordás nada?.
¿"Saltas" de enlace en enlace y te olvidas de dónde o porqué empezaste?.
¿Perdés interés después del tercer párrafo?.
¿Cambiastes la afición por el ensayo o hace más de seis meses que no leés un libro?.
¿Se te va la mañana (... y mas...) en Facebook, Twitter, Flickr, MercadoLibre, Tumblr, Taringa, Myspace o Youtube?.
¿Comprobás la bandeja de correo constantemente?.
¿Comés delante del ordenador?.
Si la respuesta al menos a tres o más de esas preguntas es SÍ, bienvenido al club: Internet te ha vuelto un adicto hiperactivo. Si no desacelerás y empiezas a leer libros de nuevo, te condenarás a un modelo de pensamiento superficial, basado en las decisiones instantáneas y la falta de concentración.
Tanto que en el siglo pasado se criticaba (y aun se hace) sobre la tele, y ahora después de leer el libro "The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains", no me queda duda que Internet esta haciendo lo mismo o peor que lo que se le critica a la TV. Nuestros hábitos en la Red son lo suficientemente sistemáticos, repetitivos e instantáneos para re-amueblar nuestro mapa neuronal y re-programar nuestro proceso de pensamiento de manera casi irreversible.
Cuando leemos en Red, nuestro cerebro está demasiado ocupado decidiendo si pincha o no en los enlaces, ignorando los anuncios y valorando el interés de los otros titulares para prestar atención a lo que lee, sin mencionar la interrupción constante de nuestros avisos de actualización (RSS, correo, SMS, etc). Al segundo párrafo nos impacientamos porque el navegador nos recompensa con deliciosas endorfinas cada vez que descubrimos algo nuevo, aunque sea irrelevante. O, en lenguaje psiquiátrico, cada vez que pinchamos un enlace recibimos una sardina (lenguaje que usan las focas, jeje). Hoy leemos más que nunca pero no nos enteramos de nada, porque, como le ocurre al protagonista de Mad Men, ya sólo nos gustan los principios de las cosas. Todo lo que no nos proporciona la satisfacción inmediata de lo fresco, el subidón de lo nuevo o la velocidad de una introducción nos resulta insoportablemente aburrido (imagino que muchos de los que me leen, ya se salieron del post).
No es que se deba ser un ludita viejuno; pensar que al dejar que la tecnología dictamine nuestros hábitos de trabajo y de ocio, aumenta nuestra capacidad geek para utilizar dicha tecnología, hacernos mejores en Google, más rápidos encontrando lo que buscamos, más efectivos encontrando agujas entre la paja, ¿Para qué saber cuando se puede encontrar?, eso en esencia parece una carrera loca, que sacrifica nuestra capacidad de hacer algo con esa información, abandonando los procesos cognitivos que llegaron a nosotros con la popularización de los libros y que tienen que ver con la adquisición de conocimiento, la creatividad, el pensamiento crítico, la originalidad, el análisis y la reflexión.
Paradojicamente, este libro se lee en un suspiro porque nos lleva como de "pestaña en pestaña" en un "libro flash", con la habilidad de decirte algo que ya sientes que es verdad, demostrándonos que el navegador web se está quedando con los mejores años de nuestras vidas y que todo lo que antes era importante -lo íntimo, lo reflexivo- ahora lo es menos, todo lo que antes era accesorio -lo popular, lo social- se ha vuelto esencial. Incómodamente familiar nos resulta: siempre que una tecnología altera nuestros paradigmas sociales, alguien se marea y vomita en el auto.
Sera que los monumentos del conocimiento caerán destronados por “la carga de la potencia tecnológica del instante presente”. Y si leíste hasta acá, valdrá de algo o será que Internet es como todo: si te pasás, no vale.
Creditos de esta entrada
Al Amigo Alí Fernandez quien lo encontro Aqui y lo publico esta comunidad.
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